Performance para flauta y electrónica en vivo a cuatro canales (2022)
Flauta: Teresa Díaz de Cossio
Paisajes sonoros y electrónica: Álvaro G. Díaz Rodríguez
Antropozoomorfismo es la característica atribuida a figuras o representaciones de tener características tanto humanas como animales, siendo en ocasiones parte de rituales chamánicos de transformación y curación. Este acto sonoro contempla pintar el espacio con sonidos recuperados de la naturaleza y la ciudad. Un ir y venir entre sonidos que mutan en sonidos propios, voces de migrantes, coches y construcciones urbanas entremezcladas con olas, aire y pájaros.
Esta presentación es también un diálogo entre esos paisajes y las posibilidades sonoras de la flauta, instrumento sanador que es en sí una transformación entre el soplar del viento convertido en figuras físicas dentro de nuestra imaginación.
Este acto lúdico sonoro, improvisatorio en muchas formas, se hace sonar a través de diversos paisajes sonoros intervenidos por la flauta, es un ritual constante entre nuestra facultad animal y humana. Humedales que tienen sonidos electrónicos y ciudades con texturas sonoras naturales irrumpen de manera sanadora en un espacio envolvente para el público.




(Fotos: Javier Lara CCE_mx)
Ciclo: Un oído solo no es un ser_03: Álvaro Díaz (Mx) y Atilio Doreste (Es). Ciclo de conciertos curado por Llorenç Barber
Lugar / Venue: Centro Cultural de España en México, Espacio X. Ciudad de México
Fecha / Date: 15 de julio de 2022. 20.00 hrs.
Enlace / Link: http://ccemx.org/evento/un-oido-solo-no-es-un-ser_03-alvaro-diaz-mx-y-atilio-doreste-es/
Anthropozoomorphism is the characteristic attributed to figures or representations of having both human and animal characteristics, sometimes being part of shamanic transformation and healing rituals. This sound act contemplates painting the space with sounds recovered from nature and the city. A coming and going between sounds that mutate into their own sounds, voices of migrants, cars and urban constructions intermingled with waves, air and birds.
This presentation is also a dialogue between those landscapes and the sound possibilities of the flute, a healing instrument that is in itself a transformation between the blowing of the wind turned into physical figures within our imagination.
This sound playful act, improvisational in many ways, is played through various sound landscapes intervened by the flute, it is a constant ritual between our animal and human faculty. Wetlands that have electronic sounds and cities with natural sound textures break into an enveloping space for the public in a healing way.
Texto realizado por Llorenç Barber, curador del ciclo.
Un oído solo no es un ser_03: SIC TRANSEAMUS, tal andamos, tal creamos
“Son los 70 unos años en que se amontonan los modos y paradigmas creativos. Al indeterminismo/accionismo (Cage, Fluxus), minimalismos (Europa es diferente), conceptual, electroacústica y otras tecnologías, free improvisation, world music, etc., se le sumará por estas fechas un mega/paradigma: el nuevo paisaje sonoro, o soundscape.
Nada casualmente, la biblia de este inabarcable paradigma (The Tuning of the world, de Murray Schafer), sale a la luz coincidiendo con la crisis del OZONO. Es decir, la primera ola que destapa a la humanidad, la fragilidad y la peligrosidad de nuestra maltratada atmósfera. Schafer lo resumirá con estas palabras: “It is necessary to conceive of the soundscape as a huge musical composition, ceaselessly evolving about us”.
En mi país, sea por pillarle ocupado en dejar atrás una impresentable dictadura, sea por no disponer con facilidad del peculio necesario para adquirir un equipo base (magnetofón, micros, mesa de mezclas), apenas unxs cuantxs jóvenes de muy disímiles formaciones se sentirán atraídos por estas praxis. Por lo que sé, también en México el soundscape en su amplitud, ha sido rareza propia de pocos.
Han paso tres cuartos de siglo y todo, desde hace unos decenios, ha cambiado. Claro que nuestro vivir urbanita, nuestras envejecidas instituciones y sus modos de gestionar y acceder a lo artístico, empujan a muchos y muchas artistas sonoros a adoptar los mismos o semejantes canales y maneras tradicionales de montar y mostrar sus propuestas. Las galerías, los museos, institutos y fundaciones con sus moquetas etc., sirven – malamente – para dar a conocer su trabajo. Un modo, éste, muchas veces reduccionista de concebir y mostrar muchos trabajos que debieron nacer para ocupar terrenos, noches, paisajes, urbes y lagos.
Pero no todos los artistas practicantes del soundscape aceptan condiciones reductoras. Viven, conciben y gustan de las condiciones impredecibles de las intemperies. Para ellos ‘música’ será territorio a patear, a recorrer/descubrir, auscultar, arañar, escarbar y empatizar, aceptando en todo o en parte su singular ser ‘tercer paisaje’ preñado de (extrañas) señales, basuras, desperdicios o simplemente: despilfarro.
Su crear devino en hurgar en a) intemperies y descampados con sus calmas chichas o sus turbulencias; b) inmiscuyéndose en el brotar de todo lo vegetal y lo animal; y, c) entre tropiezos con cuanto la historia – el paso de los tiempos, las mutaciones y hasta las eras- y sus restos y habitantes dejaron como sobra/sombra y memoria.
Hoy tenemos una tarde de lujo. Nos visitan dos ejemplares de artistas del sonido que, cada cual a su modo y con sus singulares palabras, comparten circunstancias y modos de investigar/vivificar muy semejantes. Los dos habitan cerca y rodeados del mar, en terrenos vecinos a montes y desiertos.
En efecto, Álvaro Díaz es y trabaja en la península de California, en Ensenada; mientras que Atilio Doreste es y trabaja en Islas Canarias. Los dos son profesores de universidad, y su mejor pedagogía es un crear a partir de perderse – a lo ‘flaneur’ – para perdiéndose encontrar lo verdaderamente importante. Lo insólito. Ambos coinciden en postular un arte de suelo. Un proponer que ancle nuevamente un arte –la escucha– que perdió pie con demasiados ‘estudios’, especulaciones y actitudes ombliguístas y ‘autónomas’.
Para los dos, arte es andar. Caminar por el puro suelo. Para Atilio Doreste, arte es un ejercicio de suelo. Y decir ‘ejercicio’ es decir entreno, duda y roce con el fracaso y la ocassio calvata. Por su parte, Álvaro Díaz –con sus antrozoomórfias– prefiere referirse a un transformarse –ir es venir– entre lo humano (anthro) y lo animal (zoo). Poniendo el énfasis en ese “entre” que acerca, iguala y confunde lo uno con lo otro. Ambos, pues, se identifican con un arte/camino, un arte/moverse: somos andar, mudar, ubicuidad en trayectoria transitiva y transitoria. Puro calcetín que cuida nuestras alas que son los pies. Y esta entrega al moverse, sus velocidades y fatigas, les libera al tiempo que los aleja de cuantos cenáculos del administrador poder existen. Pero moverse –nadie lo dude– es oportunidad a mano. Y no van a renunciar a ello, por extraño y diverso que nos parezca.
Todo eso les distingue y acerca en su singularidad irrenunciable. Sus indagaciones reflejan crudamente ese cambio en que nadamos: somos lo que luchas, los caminos son lugares, somos el espacio que respiramos y hallamos. Somos mirada nueva y escucha sutil. Con sus tropiezos e intuiciones, estos artistas construyen mundos”.